Andanadas políticas
- Una de Rosa Montero: Este país tan primitivo. Es de leer.
- Y otra de Javier Marias: Serán sólo un par de años.
*Al hilo de lo que escribía la semana pasada* sobre la responsabilidad
de la derecha y de la izquierda en el desmantelamiento de la vieja
palabra España, no creo, como algunos cenizos, que tanta bazofia
política nos lleve de nuevo al año 36. Vivimos demasiado bien como para
pegar tiros en las trincheras de la Ciudad Universitaria. Si hubiera
bronca, la gente se echaría a la calle, en efecto; pero para comprobar
si le había pasado algo a su coche. El estallido, cuando llegue, vendrá
de las grandes bolsas de inmigración marginal desatendidas socialmente,
y de los conflictos irreparables que éstas generen. Pero otra guerra
civil no es el problema. Y a lo mejor de ahí viene el problema: de que
ya no es un problema.
*Lo que nos espera es el desmantelamiento* ruin de la convivencia.
Egoísmo. Insolidaridad. Atentos a las necesidades del negocio, a los
socios y a la clientela, y a fin de salvar el pellejo legislativo,
algunos imbéciles han decidido que la España que conocemos desde hace
quinientos años está mal construida, que Isabel de Castilla y Fernando
de Aragón no captaron la esencia del asunto, y que la única vía hacia
una España feliz y auténtica es la liquidación del Estado y su
sustitución por una confederación de naciones y nacioncillas donde cada
perro se lama con sonoros lengüetazos su cipote. Esos cinco siglos de
error histórico, el partido en el gobierno está dispuesto a despacharlos
en una legislatura, sin despeinarse. Pero no creando antes las
condiciones adecuadas ?ésa sería una opción política tan respetable como
cualquier otra?, sino imponiendo primero el concepto, vía artículo
catorce, y luego dejando que la realidad se adapte, retorciéndose como
pueda, al esquema general. Como ven, hablamos de política de alto nivel
al mínimo costo. Y luego, a la hora de reclamar daños y perjuicios, a
saber dónde estará cada cual. Con el maestro armero.
*De cualquier modo, el sistema tiene un grave inconveniente:* necesita
hacer a la derecha culpable de lo que se pretende destruir. Por eso al
partido en el gobierno no le preocupa que, de paso, toda la memoria
histórica, toda la cultura, todo cuanto es patrimonio común y vertebra
la unidad nacional de la verdadera nación, la española, se vaya a
mamarla a Parla. Son daños colaterales. El precio a pagar, argumentan
los /gánsteres/ que se frotan las manos dispuestos a beneficiarse de la
subasta. Y mientras, los aprendices de brujo, enredados en un cóctel de
probetas y líquidos de cuyos efectos no tienen la menor idea ?entre
otras cosas porque no han leído un libro de Historia en su puta vida?,
proponen sustituir quinientos años de unidad y otros dos mil quinientos
de memoria bíblica, grecolatina, árabe, mediterránea y europea, la
España perfectamente definida y real, por una cultureta descafeinada y
mierdecilla, por lo socialmente correcto que permite arañar votos de
buen rollito, por la soplapollez de diseño que tanto llena la boca, en
foros multiculturales y otras demagogias, a tanto ministro y a tanta
ministra.
*Hay algo que algunos no perdonaremos* nunca a la presunta izquierda de
este país desgraciado: que con su miopía y su mezquindad haya cedido a
la derecha el monopolio de la palabra España. En vez de limpiar los
símbolos y las palabras contaminadas por el franquismo, a la izquierda
le convino siempre que la engreída derecha siguiera usurpando palabras
como patria y bandera nacional, y que se reafirmara como supuesto
centinela de los valores tradicionales, de la memoria histórica, que es
la médula de cualquier nación seria. Ignoro las veces que Felipe
González pronunció la palabra España siendo presidente. Pocas, desde
luego. O ninguna. En cuanto a Rodríguez Zapatero, cada vez que lo hace,
me pongo a temblar. Esa España suena ahora a pasteleo coyuntural. A
chanchullo de taberna.
*Y ése es el verdadero problema. *El pudrimiento de ciertas palabras y
los treinta siglos que simbolizan: tres mil años de extraordinaria
herencia dilapidada por izquierdas y derechas incapaces de comprenderla
y de conservarla. Ésa es la maldición histórica ?la misma Historia que
en los colegios y universidades nos niegan y borran? de esta tierra
desgraciada donde, cada vez que algo bueno levanta la cabeza, hay
innumerables hijos de puta ?reyes idiotas, validos arrogantes, curas
fanáticos, generales matarifes, políticos miserables? que, guadaña en
mano, siguen dispuestos a cercenar la esperanza.
de la derecha y de la izquierda en el desmantelamiento de la vieja
palabra España, no creo, como algunos cenizos, que tanta bazofia
política nos lleve de nuevo al año 36. Vivimos demasiado bien como para
pegar tiros en las trincheras de la Ciudad Universitaria. Si hubiera
bronca, la gente se echaría a la calle, en efecto; pero para comprobar
si le había pasado algo a su coche. El estallido, cuando llegue, vendrá
de las grandes bolsas de inmigración marginal desatendidas socialmente,
y de los conflictos irreparables que éstas generen. Pero otra guerra
civil no es el problema. Y a lo mejor de ahí viene el problema: de que
ya no es un problema.
*Lo que nos espera es el desmantelamiento* ruin de la convivencia.
Egoísmo. Insolidaridad. Atentos a las necesidades del negocio, a los
socios y a la clientela, y a fin de salvar el pellejo legislativo,
algunos imbéciles han decidido que la España que conocemos desde hace
quinientos años está mal construida, que Isabel de Castilla y Fernando
de Aragón no captaron la esencia del asunto, y que la única vía hacia
una España feliz y auténtica es la liquidación del Estado y su
sustitución por una confederación de naciones y nacioncillas donde cada
perro se lama con sonoros lengüetazos su cipote. Esos cinco siglos de
error histórico, el partido en el gobierno está dispuesto a despacharlos
en una legislatura, sin despeinarse. Pero no creando antes las
condiciones adecuadas ?ésa sería una opción política tan respetable como
cualquier otra?, sino imponiendo primero el concepto, vía artículo
catorce, y luego dejando que la realidad se adapte, retorciéndose como
pueda, al esquema general. Como ven, hablamos de política de alto nivel
al mínimo costo. Y luego, a la hora de reclamar daños y perjuicios, a
saber dónde estará cada cual. Con el maestro armero.
*De cualquier modo, el sistema tiene un grave inconveniente:* necesita
hacer a la derecha culpable de lo que se pretende destruir. Por eso al
partido en el gobierno no le preocupa que, de paso, toda la memoria
histórica, toda la cultura, todo cuanto es patrimonio común y vertebra
la unidad nacional de la verdadera nación, la española, se vaya a
mamarla a Parla. Son daños colaterales. El precio a pagar, argumentan
los /gánsteres/ que se frotan las manos dispuestos a beneficiarse de la
subasta. Y mientras, los aprendices de brujo, enredados en un cóctel de
probetas y líquidos de cuyos efectos no tienen la menor idea ?entre
otras cosas porque no han leído un libro de Historia en su puta vida?,
proponen sustituir quinientos años de unidad y otros dos mil quinientos
de memoria bíblica, grecolatina, árabe, mediterránea y europea, la
España perfectamente definida y real, por una cultureta descafeinada y
mierdecilla, por lo socialmente correcto que permite arañar votos de
buen rollito, por la soplapollez de diseño que tanto llena la boca, en
foros multiculturales y otras demagogias, a tanto ministro y a tanta
ministra.
*Hay algo que algunos no perdonaremos* nunca a la presunta izquierda de
este país desgraciado: que con su miopía y su mezquindad haya cedido a
la derecha el monopolio de la palabra España. En vez de limpiar los
símbolos y las palabras contaminadas por el franquismo, a la izquierda
le convino siempre que la engreída derecha siguiera usurpando palabras
como patria y bandera nacional, y que se reafirmara como supuesto
centinela de los valores tradicionales, de la memoria histórica, que es
la médula de cualquier nación seria. Ignoro las veces que Felipe
González pronunció la palabra España siendo presidente. Pocas, desde
luego. O ninguna. En cuanto a Rodríguez Zapatero, cada vez que lo hace,
me pongo a temblar. Esa España suena ahora a pasteleo coyuntural. A
chanchullo de taberna.
*Y ése es el verdadero problema. *El pudrimiento de ciertas palabras y
los treinta siglos que simbolizan: tres mil años de extraordinaria
herencia dilapidada por izquierdas y derechas incapaces de comprenderla
y de conservarla. Ésa es la maldición histórica ?la misma Historia que
en los colegios y universidades nos niegan y borran? de esta tierra
desgraciada donde, cada vez que algo bueno levanta la cabeza, hay
innumerables hijos de puta ?reyes idiotas, validos arrogantes, curas
fanáticos, generales matarifes, políticos miserables? que, guadaña en
mano, siguen dispuestos a cercenar la esperanza.
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